La matrioshka, es un conjunto de muñecas tradicionalmente rusas que se introducen unas en otras, una encierra a otra tantas veces como es posible. Malas lenguas, es un proyecto que funciona como una matrioshka. La pieza contiene el proyecto dentro del proyecto, es una recopilación que induce a construir la propia película, documenta y encierra el propio resultado.
El trabajo habla del vacío, de la pérdida no reconocida, la autonomía, el constante intento de generar un recuerdo y la familia puertas para fuera y puertas para adentro. El sujeto motor del cortometraje es la abuela Juana, una figura materna de la que coexiste una carencia por el desconocimiento de su vida y papel en la familia. Por ello, la búsqueda se inicia fuera de casa y no dentro.
Se contactó con mujeres mayores a través de carteles en la calle tratando de contestar a la pregunta ¿dónde están las mujeres mayores?, generando una asimilación a su vez en relación con ¿dónde está Juana?.
Los límites entre lo personal y lo colectivo se diluyen, y se juega en la línea de los polos opuestos que se mezclan: Todas las mujeres podrían ser la abuela.
La finalidad del proyecto termina siendo juntar a todas las mujeres que llamaron un día. El medio por el que se traduce este trabajo es la cámara, es la excusa para acercarse a ellas y poderlas mirar.